La luz del atardecer se cuela por la única ventana del tercer piso del apartamento de Lola Tabarovsky en el barrio del Abasto, tiñendo la pequeña habitación del mismo rosa algodón de azúcar que el atardecer en el exterior. Las paredes blancas y agrietadas se desvanecen por momentos, y un zumbido silencioso se eleva desde la calle.
Sin embargo, dentro, el ruido y el caos de Buenos Aires parecen estar muy lejos. Su apartamento es un mundo en sí mismo. Y es rosa.
Es rosa como el pelo de Lola, que lleva un corte recto con flequillo desigual. Sus zapatillas Converse rosas están en una estantería cercana. Su guitarra, que toca como vocalista de su grupo de pop Homogénica, también es rosa y está llena de pegatinas de mariposas.
Nada es casual.
“Algunos creen que soy ingenua,” dice Lola. “Pero yo creo que voy al grano.”
Su voz es rápida y ligera, pero tiene un peso de confianza en sí misma, como si estuviera a medio camino entre contarte un secreto y empezar una revolución. Mira a Celeste Nanfaro, su directora creativa y mejor amiga, que asiente con la cabeza mientras Lola rebusca en una estantería abarrotada de ropa. Hay un vestido rojo de lentejuelas que brilla como una bola de discoteca, una cazadora de cuero de los años 80 agrietada por el paso del tiempo y heredada de su abuelo. Y una camisa de tul rosa, delicada pero desafiante.
“Primero soy feminista,” afirma Lola. “Y luego soy música, productora, estudiante, mujer... cualquiera de esas cosas. Creo que pongo un sello feminista en todo lo que hago.”
Lola rodó aquí su último videoclip. Encima de su cama, carteles de películas de los 80 — Footloose y The Breakfast Club — han sido retocados con Photoshop para incluir los nombres de canciones que su banda aún no ha publicado. Pequeños huevos de Pascua para los fans. El apartamento es un collage de pasados prestados y futuros imaginados, cuidadosamente dispuestos como el lienzo de un artista.
Pero el trabajo de Lola no trata sólo del pasado o del futuro. Ante el creciente autoritarismo de la Argentina del Presidente Javier Milei, Lola y otros artistas canalizan sus frustraciones en la música.
La escena musical underground de Buenos Aires — que Lola y sus compañeros llaman “el under” — no es un movimiento masivo y comercial. Es rebelde, antiestablishment y local. No se trata de bandas que llenan estadios, sino de grupos de jóvenes adultos que prosperan en locales íntimos, pequeños clubes y bares de mala muerte donde pueden crear una base de seguidores “boca a boca.” Puede que su alcance no sea masivo, pero su influencia en la cultura local — proporcionando música auténtica y sin filtros que habla directamente de las luchas y frustraciones de hoy en día — es innegable.
Y aquí está la cosa: Lola cree — no, sabe — que la música puede ofrecer una vía de escape. Que una guitarra rosa, una camisa de tul y un estribillo pop que se puede corear a gritos pueden ser reafirmantes y catárticos a partes iguales.
Quizá suene a poco hasta que miras por la ventana.
Ahí fuera, bajo Milei, Argentina se desmorona. Su gobierno libertario ha destripado los programas sociales. Ha recortado drásticamente las subvenciones a la vivienda, la educación y el transporte. Está tomando medidas enérgicas contra los derechos de los artistas. En las calles de Buenos Aires, las protestas se enfrentan ahora a violentas medidas represivas.
Pero dentro de este pequeño apartamento, la esperanza se viste de purpurina y tacones altos.
Y se niega a ser silenciada.
"Primero soy feminista. Y luego soy música, productora, estudiante, mujer... cualquiera de esas cosas. Creo que pongo un sello feminista en todo lo que hago."
BORRADO CULTURAL
Lola no asistió a la marcha del miércoles, pero vio sus consecuencias. Vive a una manzana del Congreso y, mientras volvía a casa, fue testigo de todo: contenedores en llamas, gente corriendo y pánico en el aire.
La “Marcha de los Jubilados” — protesta semanal en Buenos Aires contra las medidas de austeridad respaldadas por Milei — se tornó violenta el 12 de marzo. La policía argentina respondió con gases lacrimógenos, balas de goma y cañones de agua. La represión, condenada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, causó 20 heridos. Una mujer de 87 años sufrió traumatismo craneoencefálico. El fotoperiodista Pablo Grillo resultó gravemente herido y fue hospitalizado tras ser alcanzado por un bote de gas lacrimógeno.
Para Lola, fue un recordatorio de lo mucho que se han recrudecido las cosas bajo el mandato de Milei.
“Sentí un clima que nunca había sentido en mi vida,” dijo. “Ten en cuenta que soy una persona que ha ido a marchas desde que tenía 12 años. Es la primera vez que me sentí realmente mal y asustada.”
La crítica cultural y activista feminista Cecilia Palmeiro describió la violencia como un posible punto de ruptura.
“La han cagado,” dijo Palmeiro. “Nadie podía apoyar la violencia de ayer. Hay que ser muy cobarde para atacar a gente que apenas puede andar.”
Esta represión tiene lugar en medio de transformaciones masivas bajo Milei. Sus medidas de austeridad han estabilizado la inflación, pero han sumido a millones de personas en el desempleo y la pobreza. Su gobierno ha atacado a los movimientos sociales, desestimado los derechos del colectivo LGBTQ+ y desmantelado las protecciones contra la violencia de género.
Los artistas que se manifiestan en contra de todo esto pueden sufrir consecuencias.
Lali Espósito, considerada la Taylor Swift argentina, lo ha aprendido de primera mano. Feminista y aliada del colectivo LGBTQ+, Espósito nunca ha sido la crítica más ruidosa de Milei. Tras su victoria en las primarias de agosto de 2023, tuiteó: “Qué peligroso, qué triste.”
Fue suficiente. Milei contraatacó, tachándola de “parásita” del Estado.
“Nuestra presidenta va contra personas concretas por estar en contra del Gobierno,” dijo Lola, "y lo que pasa es que esta gente ni siquiera está tan en contra del Gobierno. No es que Lali sea la mayor feminista queer... es literalmente sólo una chica.”
Milo J, estrella emergente del rap, se enfrentó a una represión similar. Cuando planeó un concierto en el antiguo centro de tortura de la junta militar argentina de los años 80, el gobierno de Milei lo impidió, provocando indignación y acusaciones de censura.
Esta represión de la cultura se hace eco del pasado de Argentina. Bajo la junta militar (1976-1983), los artistas fueron censurados, exiliados o desaparecieron. En la actualidad, el gobierno de Milei practica una forma similar de supresión, restando importancia a las violaciones de los derechos humanos de aquella época. Milei ha recortado la financiación del Banco Nacional de Datos Genéticos, que identifica los restos de las víctimas de la dictadura militar, y ha cerrado la unidad de investigación de desapariciones forzadas de la Comisión Nacional de Identidad.
Milei no sólo ataca a los artistas. Intenta reescribir la historia.
Para Lola, se trata de una “extinción masiva”: borrar el pasado y, al mismo tiempo, el poder de los artistas para documentar el presente.
Como tantos otros en la escena underground argentina, Lola utiliza su música para preservar lo que el gobierno intenta borrar.
PROFUNDA TRISTEZA
En los espectáculos underground de Buenos Aires, el aire está cargado de humo, sudor y algo más difícil de definir: algo eléctrico. Puede que el gobierno esté tomando medidas enérgicas contra la disidencia pública, pero en estos estrechos locales de “bricolaje,” la resistencia es más fuerte que nunca.
En el escenario con su banda, Lola agarra el micrófono y observa al público, un mar de caras jóvenes que animan y extienden los brazos.
“Pide más” es la canción. Es una de sus canciones favoritas. El tema trata de las citas con hombres en el mundo de la música. Pero, en realidad, trata de la arrogancia masculina, esa que lo impregna todo, desde una fiesta en casa hasta los salones del poder. Al final de la canción, Lola se tira al suelo. Grita. El público también grita. Lola ni siquiera se oye a sí misma.
Y en un país gobernado por el machismo, bajo un presidente que se burla del feminismo, ese tipo de liberación parece radical.
Para los artistas underground argentinos, la lucha contra Milei no es abstracta, aunque su arte lo sea. Sus políticas han afectado directamente a las artes. En marzo, su administración desreguló el cobro de derechos de autor a través de sociedades de gestión colectiva que apoyan a los artistas con pensiones, ayuda financiera y servicios legales. En agosto, eliminó los derechos de autor de la música en espacios privados como hoteles y fiestas, una medida que, según los críticos, recorta una fuente de ingresos vital para los artistas.
“El estado actual de la política lo cambió todo,” dijo Lola. “Realmente lo cambió todo.”
Para los músicos independientes, no se trata sólo de diferir de ideología política: es una cuestión de supervivencia. Antes, los artistas en apuros podían solicitar subvenciones al Fondo Nacional de las Artes o al Ministerio de Cultura, explica Lola.
Ahora, gracias al desmantelamiento y la desfinanciación de las instituciones culturales públicas por parte de Milei, esos salvavidas no existen.
“Lo que más nos ha afectado no son sólo las decisiones políticas que ha tomado Milei, sino también que nos afecta la crisis [económica] como a todo el mundo -como a un profesor, como a todo el mundo- y no tenemos dinero,” dijo Lola. "Y las bandas no pueden hacer nada. Las bandas no pueden planear crear un álbum, montar un gran espectáculo ni hacer nada porque, literalmente, no pueden permitírselo.”
Esa sensación de limitación pesa no sólo sobre Lola, sino sobre la escena en su conjunto, y muchos músicos underground canalizan su frustración en sus letras.
Sofía Szlago, cantante y bajista del grupo bonaerense Apoyo Emocional, afirma que la política está afectando a los jóvenes argentinos “muchísimo, incluso emocionalmente.”
“Estamos agotados,” dijo Szlago. “Creo que esto pasa en todas partes del mundo, pero en Argentina creo que es la primera vez que lo vivimos con una tristeza tan profunda.”
Sakatumba, otra banda de neo-rock, describe su música como la del típico joven argentino de 23 años, arruinado y preocupado por el futuro. Buenos Vampiros, de Mar del Plata, que debutará este año en Europa, explora la tensión entre la luz y la oscuridad tanto en su sonido como en sus temas. Su canción “Desmotivada” capta los sentimientos de los jóvenes “desmotivados, tristes y aburridos.”
Por ejemplo, Fama y Guita, un dúo de punk queer conocido por sus caóticos directos, su humor mordaz y sus mezclas de géneros que van de la cumbia al hard bass. Descritos como una banda y una fiesta a la vez, sus canciones — como la ferozmente satírica ¡Yankees de Mierda! — se burlan del neoliberalismo y la pretensión cultural con un guiño y un grito.
Canciones del Underground
Pero el under no se define por un sonido o un estilo. Donde Fama y Guita optan por la ironía y el volumen, Lola se inclina por la vulnerabilidad y el brillo.
“Muchas de las bandas — no la mía, pero sí muchas de las de la escena under — on bastante pesimistas,” dijo Lola. "Sus letras tienden a reflejar eso.... Creo que lo peor y más brutal del gobierno de Milei con respecto a la música no es la censura de Lali. Es cómo nos han dejado tan pobres y luchadores que ni siquiera podemos hacer música.
Es un poco desilusionante.”
"Estamos agotados. Creo que esto pasa en todas partes del mundo, pero en Argentina creo que es la primera vez que lo vivimos con una tristeza tan profunda"
EL "UNDER"
Incluso en este momento de agotamiento e incertidumbre, la escena underground de Buenos Aires se niega a desvanecerse.
En un concierto celebrado el 12 de marzo, el mismo día en que estalló la violencia en una protesta pacífica, el Strummer Bar vibró con el movimiento. Más allá de las puertas metálicas adornadas con pegatinas, en un callejón sin pretensiones, las voces se alzaron en un coro colectivo y desafiante. Kill Flora subió al escenario y su música osciló entre melodías suaves y cadenciosas y una energía cruda y abrasiva.
El dúo de cantautoras Ana Julia González Sastre y Lucía Szellner concibieron el grupo como una forma de catarsis. Algunas de sus canciones son melancólicas y oníricas, subrayadas por un sentimiento de desilusión. Otras son deliberadamente absurdas, y esgrimen la sexualidad femenina como un instrumento contundente destinado tanto a provocar como a divertir. Su canción “Pussy Pancake” — la frase se repite no menos de 20 veces en menos de tres minutos — es un himno a la liberación sexual. Aquella noche, en el Strummer Bar, provocó un frenesí de moshing, headbanging y risas entre jóvenes de ambos sexos.
Lola estaba entre la multitud, con su melena rosa rebotando mientras bailaba y cantaba. Esa noche no estaba en el escenario, pero no tenía por qué. La música, el movimiento, es más grande que cualquier persona.
A las 22:20, el espectáculo había terminado (temprano para los estándares de Buenos Aires) y los fans salieron a la húmeda noche, intercambiando cigarrillos y planeando su próximo movimiento. Santino Isnardes, de 17 años, y sus amigos, que acababan de dominar el mosh pit, hablaron del impacto de artistas y espacios como éste.
“El ‘under’ es un símbolo de la escena emergente en este momento,” dijo Isnardes. "La idea principal es decir lo que está pasando. Decir lo que quieres decir, lo que necesitas decir. Creo que el underground es muy importante ahora mismo... es la voz de mucha gente joven.”
Es gran parte de lo que hace que Lola siga adelante. La música y los fans, por supuesto, pero también su reciente fichaje por el sello Geiser.
"El ‘under’ es un símbolo de la escena emergente en este momento. La idea principal es decir lo que está pasando. Decir lo que quieres decir, lo que necesitas decir. Creo que el underground es muy importante ahora mismo... es la voz de mucha gente joven."
Durante años, el sueño de Lola fue firmar con este sello. Cada vez que veía una estrella fugaz o soplaba las velas de su cumpleaños, lo deseaba.
Geiser no suele trabajar con artistas como ella — no está tan bien conectada y no encaja en su sonido típico — pero la red de contactos de Lola dio sus frutos. Todo surgió durante un gran espectáculo en febrero, al que asistió el equipo de Geiser.
“Fue como un momento de película, todo se ralentizó... y nunca me había sentido tan presente,” dice de aquella actuación. “Todo estaba donde tenía que estar.”
La firma oficial de Homogénica tuvo lugar el 20 de abril. Ahora mismo están colaborando con Geiser en su próximo álbum.
Puede que el gobierno esté estrechando el cerco, reescribiendo la historia y silenciando la disidencia. Pero en los clubes clandestinos, en las paredes pintadas de rosa del tercer piso de Lola y en un coro de voces que gritan letras al vacío, algo más está tomando forma: un registro del presente y un proyecto para el futuro.
Y eso, a su manera, es una especie de revolución.